“NO ME GUSTA COMO ME COMPORTO……..y no puedo cambiar”
Seguro que en algún momento has sentido esto, quizás ahora mismo al leerlo hayas pensado en alguna conducta, hábito, actitud o manera de reaccionar que tienes ante algo o alguien que no solo no te gusta, sino que te hace sentir realmente mal.
Cuando nos sentimos así todos solemos intentar cambiar, o al menos creemos que lo hacemos, a pesar de lo cual a menudo no lo conseguimos y seguimos comportándonos de la misma forma que tantos problemas nos ocasiona y nos hace sentir tan mal.
¿Qué ocurre para que mantengamos una actitud o comportamiento que nos hace daño? ¿porqué a pesar de ser conscientes de ello y de intentarlo una y otra vez no conseguimos cambiar?
Hay varios aspectos a tener en cuenta en este asunto para entenderlo, y según la persona y el problema concreto que consideremos será uno u otro el que tenga más peso a la hora de comprender porque mantenemos un funcionamiento que, aparentemente, no nos conviene. Aquí voy a hablar de uno de ellos.
Cuando hacemos algo y además lo hacemos de una determinada manera es con un fin, porque esperamos conseguir algo con ello, algo que siempre implica placer o una determinada recompensa. En ocasiones lo que nos mueve a actuar de una forma u otra no son las consecuencias más visibles e inmediatas, sino otros intereses menos visibles, más profundos, a menudo inconscientes y vinculados con aspectos tan importantes de nuestra vida (familia, amigos, empleo, la imagen que transmitimos), que el hecho de pensar en cambiar algo despierta el miedo a equivocarse, el miedo a lo que se puede perder…. y el miedo lleva al bloqueo, al inmovilismo, a la repetición de lo ya conocido.
Así nos enredamos en un círculo de inconscientes falsos intentos de cambio ya que lo que en realidad hacemos es repetir una y otra vez, ante el mismo malestar generado por el mismo comportamiento, el mismo intento de cambio que ya fracasó en ocasiones anteriores.
Así, sabemos que el comportamiento que no cambiamos a pesar de lo que nos daña está cumpliendo alguna función en nuestra vida que hace que inconscientemente lo mantengamos, por encima del deseo de dejar de sufrir. Un ejemplo que ayudará a entender esto lo tenemos en la persona que se queja de estar solo pero cuando tiene oportunidad de entablar relación con alguien siempre adopta una actitud prepotente y desagradable que evidentemente provoca que los demás se alejen; no siempre, pero a menudo incluso se da cuenta de lo que hace y se propone actuar de forma diferente en adelante, pero en la próxima oportunidad ocurre algo que le lleva a no controlar y repetir de nuevo el comportamiento indeseado.
Llegados a éste punto ¿qué podemos hacer? En primer lugar averiguar esa función tan importante de la conducta no deseada, con que tiene que ver, y para ello buscaremos la respuesta a preguntas como:¿qué beneficio secundario aporta?, ¿de qué protege?, ¿de qué responsabilidad libra a la persona?. En el ejemplo que veíamos antes puede ser que al no establecer relaciones emocionalmente significativas en el fondo e inconscientemente se está protegiendo de tener que enfrentarse al dolor de un hipotético final en el futuro de esa relación y el dolor de sentirse abandonado (si no tengo amigos no pueden abandonarme), dolor que ya conoce de antes; o puede ser que con su soledad transmita pena a alguien que así no le reclama que cumpla con responsabilidades que le corresponden.
A veces las dificultades para cambiar un comportamiento tienen que ver simplemente con el miedo al cambio, a tomar la decisión de cambiar, a asumir la responsabilidad de cambiar, al esfuerzo que supone cambiar, a lo que cambiará con el cambio, el miedo a lo que se puede perder con el cambio. Para cambiar lo primero que debe ocurrir es que la persona debe desearlo, tiene que asumir esa responsabilidad y ese compromiso consigo mismo, y aún así a menudo nos podemos ver atrapados en la imposibilidad de hacerlo por más que lo intentamos, la vida se nos hace más incomoda a medida que pasan los días y el malestar que esto nos provoca afecta a la manera de estar en el mundo, con los demás y con nosotros mismos.
Cuando queremos cambiar porque buscamos sentirnos mejor y no podemos hacerlo solos, el siguiente paso es buscar ayuda. Un profesional nos ayudará a analizar nuestra manera de comportarnos, a averiguar porque actuamos de esa forma, para a partir de ahí tratar de modificarla y animarnos a experimentar otras maneras de comportarnos más eficaces para lograr un sentimiento de bienestar en nuestra vida.